domingo, 20 de mayo de 2012

La gracia del Señor

 
           La gracia del Señor  
En el sermón del monte es presentada la Ley de modo muy aclaratorio en su realización, donde Jesús expone el verdadero sentido de la ley. En el caso de la gracia no es presentado el termino gracia como la ley, pero podemos verla implícita de forma que Jesús garantiza con sus propias palabras la salvación para aquellos que siguen sus pasos y copian su carácter.
Jesús comienza el sermón del monte con las bienaventuranzas, que con total claridad expresa una esperanza para los que sufren, y una recompensa a todos los que practican lo que Pablo llama frutos del espíritu (Gal. 5:22-23).
En la perspectiva que Jesús llama a determinadas personas de bienaventurados,  por los deseos de sus corazones y por las dadivas que recibirán en el Señor, da una connotación que estos “bienaventurados” son categóricamente los que han recibido y aceptado la gracia del Señor aun sin conocerla o entenderla, pero Jesús ya los conocían anticipadamente.
Aquí vemos la gracia de Jesús claramente presente en el Sermón del Monte, cuando Jesús dice: “… porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mat 5:10). Pues como sabemos el reino de los cielos está para todos los que fueron comprados por la gracia de Cristo, así que, ¿porque no llamar a los “bienaventurados” de agraciados?[1]
Analizando el texto llegamos a la conclusión que, los bienaventurados al cual se refiere Jesús son claramente los beneficiados por la gracia. Los que aceptaron la gracia libertadora, los que viven en la gracia del Señor, los legítimos herederos de esa promesa redentora, los cuales recibirán del proprio Jesús el descanso a sus corazones.
La gracia de Cristo se manifiesta en la vida del creyente por el hecho de Jesús el Hijo de Dios sin manchas, paga el precio en una cruz y perdona nuestros pecados. Veremos ahora las palabras de Jesús sobre el perdón.
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas,
            os perdonará también a vosotros vuestro
                         Padre celestial;
            mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.” (Mat 6:14-15)

Jesús aquí nos invita a compartir la gracia del mismo modo como él nos la regala, y mucho más que eso, Él abre nuestros ojos en relación a la gracia. La afirmación que hace Jesús: “si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará” deja muy evidente que el propósito de Jesús es ampliar nuestra visión y aclarar nuestra comprensión de la gracia, la  gracia solo tiene validez en nuestra vida si la compartimos.
Muchos cristianos en nuestros días viven una salvación barata, dicen: “somos salvos por la gracia, solo tengo que aceptarla”. Si, este modo de pensar, o mejor esta interpretación que tienen muchos, es más bien una media verdad pero Jesús definió con total claridad la verdad entera, la verdad completa, somos salvos si por la gracia, pero para que sea una realidad en mi vida es necesario aceptarla y practicarla, ofreciéndola del mismo modo que la recibo.
En definitiva la gracia es mucho más que aceptar lo que Cristo hizo por mí, es perdonar del mismo modo que soy perdonado.[2]


[1] En el diccionario de la Real Academia Española trae:
Agraciado: 1. adj. Que tiene gracia o es gracioso. U. t. c. s. 2. adj. Bien parecido. 3. adj. afortunado ( que tiene buena suerte).
Gracia: 3. f. Don o favor que se hace sin merecimiento particular; concesión gratuita.
[2]Si Dios perdonara al que no perdona, estaría condonando su falta y le estaría dando lo que éste en realidad no quiere. Dios no podría perdonar a tal persona y ser al mismo tiempo leal a su carácter justo.” (Comentario Bíblico Adventista, Mateo 16:15, BCA 2011).

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