La gracia del Señor
En
el sermón del monte es presentada la Ley de modo muy aclaratorio en su
realización, donde Jesús expone el verdadero sentido de la ley. En el caso de
la gracia no es presentado el termino gracia como la ley, pero podemos verla
implícita de forma que Jesús garantiza con sus propias palabras la salvación
para aquellos que siguen sus pasos y copian su carácter.
Jesús
comienza el sermón del monte con las bienaventuranzas, que con total claridad
expresa una esperanza para los que sufren, y una recompensa a todos los que
practican lo que Pablo llama frutos del espíritu (Gal. 5:22-23).
En la perspectiva que Jesús
llama a determinadas personas de bienaventurados, por los deseos de sus corazones y por las
dadivas que recibirán en el Señor, da una connotación que estos
“bienaventurados” son categóricamente los que han recibido y aceptado la gracia
del Señor aun sin conocerla o entenderla, pero Jesús ya los conocían
anticipadamente.
Aquí
vemos la gracia de Jesús claramente presente en el Sermón del Monte, cuando Jesús
dice: “… porque de ellos es el reino de
los cielos.” (Mat 5:10). Pues como sabemos el reino de los cielos está
para todos los que fueron comprados por la gracia de Cristo, así que, ¿porque
no llamar a los “bienaventurados” de agraciados?[1]
Analizando el texto llegamos a
la conclusión que, los bienaventurados al cual se refiere Jesús son claramente
los beneficiados por la gracia. Los que aceptaron la gracia libertadora, los
que viven en la gracia del Señor, los legítimos herederos de esa promesa redentora,
los cuales recibirán del proprio Jesús el descanso a sus corazones.
La gracia de Cristo se
manifiesta en la vida del creyente por el hecho de Jesús el Hijo de Dios sin
manchas, paga el precio en una cruz y perdona nuestros pecados. Veremos ahora
las palabras de Jesús sobre el perdón.
“Porque si perdonáis a los hombres sus
ofensas,
os
perdonará también a vosotros vuestro
Padre celestial;
mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras
ofensas.” (Mat 6:14-15)
Jesús
aquí nos invita a compartir la gracia del mismo modo como él nos la regala, y
mucho más que eso, Él abre nuestros ojos en relación a la gracia. La afirmación
que hace Jesús: “si no perdonáis a los
hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará” deja muy evidente
que el propósito de Jesús es ampliar nuestra visión y aclarar nuestra
comprensión de la gracia, la gracia solo
tiene validez en nuestra vida si la compartimos.
Muchos
cristianos en nuestros días viven una salvación barata, dicen: “somos salvos
por la gracia, solo tengo que aceptarla”. Si, este modo de pensar, o mejor esta
interpretación que tienen muchos, es más bien una media verdad pero Jesús definió con total claridad la verdad entera, la verdad
completa, somos salvos si por la gracia, pero para que sea una realidad en mi
vida es necesario aceptarla y practicarla, ofreciéndola del mismo modo que la
recibo.
En
definitiva la gracia es mucho más que aceptar lo que Cristo hizo por mí, es
perdonar del mismo modo que soy perdonado.[2]
[1] En el
diccionario de la Real Academia Española trae:
Agraciado: 1. adj. Que tiene gracia o es gracioso. U. t. c. s. 2. adj. Bien parecido. 3. adj. afortunado (‖ que tiene buena suerte).
Agraciado: 1. adj. Que tiene gracia o es gracioso. U. t. c. s. 2. adj. Bien parecido. 3. adj. afortunado (‖ que tiene buena suerte).
Gracia: 3. f. Don o favor que se hace sin
merecimiento particular; concesión gratuita.
[2]
“Si
Dios perdonara al que no perdona, estaría condonando su falta y le estaría
dando lo que éste en realidad no quiere. Dios no podría perdonar a tal persona
y ser al mismo tiempo leal a su carácter justo.” (Comentario Bíblico Adventista,
Mateo 16:15, BCA 2011).
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