Cuando analizamos el Salmos 63, identificamos que tres partes lógicas son
mencionadas en el texto, retratando la expresión sentimental del escritor:
El anhelo de David de estar con Dios. (versos 1-4).
Para él, Dios era su refugio, el lugar mas fuerte y mas protegido en que él
se escondía (v.1a). No solamente expresa la sed de su almo o todo su ser, sino
que hace énfasis de que su carne también o deseaba, como tierra seca (v.1b).
Hoy nos disociamos mucho. Hay veces que defendemos que para alabar al Señor
debemos hacerlo con el alma, pero nuestra carne se queda inerte, otras veces
deseamos alabar a Dios con el cuerpo (la carne) haciendo muchas obras pero
nuestra mente, nuestro ser el alma en realidad no lo desea. Tenemos que
aprender con el salmista a equilibrar nuestro ser por completo con toda nuestra
alma buscar al Señor.
Para David la vida era importante sí, pero no más que el amor de Dios.
Siendo capaz de reconocer esto David apenas podría rendirse al Señor y
alábalo.(v.4)
Su gozo en la comunión con el Señor. (versos 5-8).
David considera su alma robusta, fortalecida (v.5) y hasta en el lecho, que
seguramente no tenía, por estar huyendo de un lado a otro, el recordaba su Dios y su boca desdoblaba en regocijo y
jubilo. Eso que es vivir por encima de los problemas. Nada de lo que le había
pasado fue capaz de afectar su satisfacción al Señor. El explica la razón de
eso en el v. 7: “Porque Tu has sido mi socorro, Y así en la sombra de tus alas,
canto jubiloso.”
Lo que normalmente vemos en nuestros días son creyentes que sacrifican sus
cuerpos en búsqueda de riquezas terrenales e pasajeras, mientras se pierden por
falta de comunión verdadera con Dios.
David estaba extremamente ‘pegado’ a Dios (v. 8). Su alma tornabase una con Dios. Cuando hablamos de intimidad
hoy, hablamos apenas de hacer una pequeña meditación por la mañana, escuchar
músicas de adoración o estar en oración en diferentes ocasiones del día. Pero
no oímos nada parecido como la experiencia de David en su intimidad con Dios en
medio de tribulaciones.
Su confianza en la destrucción final de los impíos y en su propio triunfo
en las manos de Dios (versos 9-11).
El rey profetizaba el fin de aquellos que le perseguían. De hecho, fue lo
que aconteció con Saúl, fue entregue no solamente a la espada, como también a
las profundidades de la tierra (1S 31:1-10). David aquí no estaba vindicando el
trono para él, aunque se proclama reí en el v. 11. Apenas porque creía en la
palabra de Dios dada por medio del profeta Samuel, de que le haría rey y
también porque no soportaba ver los mentirosos teniendo cualquier éxito. Era
exactamente el tipo de Saúl: un mentiroso que se provechaba del trono para
matar os que ayudaban a David y le calumniaba con mentiras abusivas.
Tenemos visto mentiras siendo utilizadas en nombre de Dios en los pulpitos
(ya no son en tronos, algunos hasta que son), persecuciones discretas siendo
hechas a aquellos quien Dios realmente llamó y un gran lio de teologías raras
que se mesclan verdad con mentira, de manera tan sutil que muchas personas no
consiguen más discernir. Piensan que se hablan de Dios está ótimo. El problema
real es que muchos hablan de Dios, pero ni todos hablan por Dios.
Conclusión
Que este Salmo nos ayude a tener además del discernimiento, también la verdad sobre la intimidad y la comunión con Dios. Esta intimidad está en la conexión apegada de nuestra alma con Dios, cuando nos acostamos, cuando somos perseguidos, cuando sentimos culpa, cuando alguien nos quita lo que es nuestro por derecho. David no exigió el trono. Él no cantó: “Restituí… yo quiero lo que es mio”. El conocía muy bien la frase que probablemente su hijo aprendió con él, de que “ha tiempo para todas las cosas” (Ecl. 3.1). El Sabia que quien usa del engaño no prevalecerá (Sal. 101:7), por eso el esperaba en el Señor. No una espera como de venganza, pero una espera que, mientras esperaba regocijabase, no en saber que Dios le daría el trono, sino que su regocijo era en la Persona de Dios. Intimidad con Dios es esto: alegrarse en tener a Dios como su Dios, aun sabiendo que Él puede no dar lo que nosotros deseamos. Está en nuestras manos y en el alcance de todos poseer esta intimidad con Señor. Busquémonosla.
Que este Salmo nos ayude a tener además del discernimiento, también la verdad sobre la intimidad y la comunión con Dios. Esta intimidad está en la conexión apegada de nuestra alma con Dios, cuando nos acostamos, cuando somos perseguidos, cuando sentimos culpa, cuando alguien nos quita lo que es nuestro por derecho. David no exigió el trono. Él no cantó: “Restituí… yo quiero lo que es mio”. El conocía muy bien la frase que probablemente su hijo aprendió con él, de que “ha tiempo para todas las cosas” (Ecl. 3.1). El Sabia que quien usa del engaño no prevalecerá (Sal. 101:7), por eso el esperaba en el Señor. No una espera como de venganza, pero una espera que, mientras esperaba regocijabase, no en saber que Dios le daría el trono, sino que su regocijo era en la Persona de Dios. Intimidad con Dios es esto: alegrarse en tener a Dios como su Dios, aun sabiendo que Él puede no dar lo que nosotros deseamos. Está en nuestras manos y en el alcance de todos poseer esta intimidad con Señor. Busquémonosla.
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